Vivimos tiempos difíciles en donde nuestro instinto básico de supervivencia pone aprueba nuestros valores éticos y morales. Surgen pensamientos mágicos, ideas equivocadas, justificaciones, rumores mal intencionados y hasta las actitudes más egoístas posibles como el sálvense quien pueda. Todo esto solo es el nefasto recordatorio de que somos tan animales como los que tenemos enjaulados en nuestros zoológicos.
Algunos llegan al extremo de sacar provecho de la desgracia de otros, de formas tan diversas y oscuras como las pesadillas que de niños nos atormentaban, y de las cuales, solo el consuelo de mamá nos podía arrancar. Los animales, salvajes, jamás podrían cometer actos tan viles, quizás esto es el precio que debemos pagar como especie por ser seres racionales.
Clínicas que cobran cifras exorbitantes, recetas infladas con descaro, medicamentos escondidos para generar especulación, oxígeno convertido en oro a precios inalcanzables para los más pobres, y lo peor, vacunarse de forma clandestina. Todos, indicadores, síntomas, de que nuestra sociedad está enferma, cómo es posible que mientras mi vecino siente el último aliento de sus seres queridos a través de una línea telefónica, lejos, solos, enfrentando a la muerte, podamos ser tan miserables para buscar un beneficio propio.
En medio de este panorama desolador en donde los ladinos quieren normalizar sus malas actitudes afirmando muy sueltos de huesos que “así se manejan las cosas en este país”, los que tenemos fe en nuestra raza, y estamos convencidos de que siempre hay otra manera de hacer las cosas debemos alzar la voz y renegar de estos malos peruanos.
Es cierto, estas actitudes delincuenciales no pueden quedar impunes, los operadores de la justicia en el país deben darles la sanción o castigo oportuno, mientras que nosotros debemos ser más ambiciosos. Debemos buscar el cambio total ¿Cómo? Cambiando nosotros, no cayendo en la mediocridad de que sí los otros lo hacen, yo también, evitando arreglar las cosas con una coima, saltándome las reglas y, sobre todo, no dejando que la sombra de la corrupción nos cubra.
Para lograr este sueño no tenemos mejor arma que nosotros mismos, demos el ejemplo a nuestros hijos de que existen formas correctas de comportarse, usemos a los valores como las herramientas perfectas para reconstruir nuestra sociedad, a la disciplina, perseverancia y creatividad como las fuerzas de traslación de este nuevo mundo que con alegría, inocencia y optimismo deseamos heredarles a ellos.
En suma, no seas uno más, conviértete en agente de cambio, si cada uno en nuestras familias hacemos estos pequeños actos, el efecto multiplicador será tal, que las viejas estructuras en las que están aferrados los malos peruanos se derrumbarán.
Crees que es una locura, un sueño inalcanzable, algo que es digno de ser parte de los cuentos que contaban nuestros ancestros en una fogata a las faldas de un Apu, pues déjame decirte que no es así. Esto puede ser tan real como tu quieras que lo sea. Vamos, todavía hay tiempo para celebrar el bicentenario de nuestra independencia como se debe, siendo no un país sostenido por un equipo de futbol, sino una nación unida por un mismo sentimiento, hagamos del ¡Contigo Perú! El himno de este nuevo país que por años les hemos entregado a los necios.